El Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) organizó un apagón en la isla de Tenerife con ocasión del paso del Halley, allá por el año 1986. El título de este evento fue Apaga una luz y enciende una estrella. En Gran Canaria hicimos lo propio 11 años más tarde, cuando el cometa Hale-Bopp estaba en su máxima aproximación a la Tierra.
Sin embargo, estos apagones fueron intencionados, al contrario que el ocurrido la semana pasada en Norteamérica. David de Ugarte explica en un sesudo y bien explicado artículo qué ocurrió para que las centrales eléctricas de medio continente se quedaran fuera de juego: El terrorista fue las matemáticas
«La red eléctrica es una red compleja en la que funcionan todas las observaciones de la teoría de redes. Tiene sin embargo una diferencia con otras redes: cuando un nodo cae, su carga se redirige automáticamente hacia otros nodos cercanos. Si estos tienen capacidad no usada podrán absorverlo sin problemas y el apagón será local, sólo perceptible por aquellos que tomen electricidad diréctamente del nodo caido. Si no es así se producirá un fallo en cascada que sólo terminará cuando los nodos receptores tengan capacidad excedente suficiente. Un fenómeno así fue exactamente lo que ocurrió a partir del fallo en Ohio».
Seguro que habrán visto reportajes de historias curiosas que este Gran Apagón ha generado. De entre ellas, me quedo con las declaraciones de personas que, por vez primera, miraron a las estrellas en los cielos de Nueva York, permanentemente ocultas tras la polución luminosa. Y es que el derroche energético nos ha robado las estrellas.
La contaminación luminosa es un problema tanto de recursos como de psicología: pensamos que cuanta más luz, más seguridad, pero la relación no está tan clara. De hecho, el índice de crímenes en la Gran Manzana ha decaído estos días.
Volviendo a Nueva York, Joe Rao, un meteorólogo que también hace las veces de astrónomo aficionado, contó que en este Gran Apagón pudo ver no solo las estrellas, sino la mismísima Vía Láctea en su paso por la constelación del Cisne. Rao, que durante quince años había vivido en Long Island, nunca había podido disfrutar de esa contemplación.
Se necesita apagón para oposición de Marte. Voluntarios, dirigirse a la farola más próxima.
Pues estaba buscando pero no he encontrado un estudio de la siempre maravillosa Lola Balaguer y otra gente de la UB sobre contaminación lumínica que llevó a que se hiciera una ley catalana que es pionera en Europa.
A ver si los políticos entienden que recuperar el cielo puede tener su épica y su rédito. Por cierto, si encontráis a Lola por ahí, decidle que le busco... desde hace 18 años :)
Hola David. ¡Un placer tenerte por aquí! Voy a preguntarle a mi compañero (otro David, pero Galadí) que creo que estuvo involucrado en la Ley catalana -así, en petit comité, me comentaba el otro día que el borrador de reglamento que la desarrolla no es todo lo bueno que pudiera-.
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