Close your eyes
Give me your hand, darlin'
Do you feel my heart beating
Do you understand
Do you feel the same
Am I only dreaming
Is this burning an eternal flame.
-Eternal flame, Bangles
Hace un par de semanas que finalizaron los primeros Juegos Olímpicos del tercer milenio (cristiano) en Atenas. Como es tradicional, la última prueba fue la maratón, que rememora una carrera épica de los tiempos de los griegos que hasta ahora se creía que había sucedido en el mes de septiembre del año 490 aC. Luis Alfonso Gámez cuenta en La luna llena de Maratón cómo un grupo de astrónomos han puesto nueva fecha, y posible explicación del mortal descelance, a la proeza del corredor Filípides.
En dicha ceremonia de clausura, celebrada el 29 de agosto, la llama olímpica dejó de brillar en el pebetero diseñado por el arquitecto español Santiago Calatrava. Tenedremos que esperar cuatro años hasta el Sol vuelva a encenderla en el Monte Olimpo y viaje por todo el mundo, hasta llegar a Pekín. Esta tradición se rescató en los juegos modernos de Amsterdan en 1928, cuando el arquitecto holandés Jan Wils incluyó una torre en el estadio y propuso utilizarla como pebetero. La idea tuvo éxito, ya que en los juegos antiguos los griegos encendían una llama olímpica y celebraban carreras de relevos con antorcha.
Hay muchas tradiciones de origen religioso que pierden su significado original y mutan a una simbología laica. Desde la perspectiva de los antiguos griegos, la de la llama olímpica sería una de ellas. Los griegos rendían culto a la llama -al fuego. En el centro de las ciudades-estado de Grecia, existía un altar dedicado al fuego. Además, en cada casa se rendía culto a la llama sagrada, en un altar dedicado a Hestia, diosa del hogar.
¿Por qué ese culto al fuego y a la llama eterna? La mitología griega nos dará alguna pista.
Yo creo que nos puede dar una buena pista que nuestro amigo Prometeo le haya robado el fuego a los dioses y por esto haya sido condenado al suplicio eterno. El fuego es lo poco de divinidad que tenemos los humanos.
Bueno, también en el mito de Prometeo se identifica, en cierto sentido, el fuego con la vida. Y es de creer que los Dioses debían valorarlo, porque el castigo del que hicieron objeto a Prometeo (un ave comiéndose su hígado eternamente) fue terrible. Creo que también en los sacrificios de animales que hacían los griegos a los dioses estaba al menos implícita una dualidad de purificación y penitencia.