Tal día como hoy, hace 42 años, nacía Javier Armentia astrofísico y divulgador científico, que ocupa el cargo de Director del Planetario de Pamplona. Contaba Armentia en un reciente artículo que hoy, además, se celebra 70 años del nacimiento de Carl Sagan, que casualmente también fue astrofísico y divulgador científico. La sombra de Carl es larga y, como reconoce nuestro compañero blogalita, tuvo Sagan parte de culpa en la selección de su carrera.
Este año, los fans de Sagan estamos de enhorabuena porque se reeditó en España la serie Cosmos en DVD, que me regalaron en mi propio cumpleaños, meses atrás. Aunque se ha criticado la calidad de esta remasterización, lo tengo en VHS y la mejora es apreciable. En especial, la pista sonora hace uso del cine en casa. Sin embargo, los nostálgicos echamos de menos el doblaje de José María del Río. Un acompañamiento casi imprescindible para la serie es sin duda el libro de Cosmos que en España pasa de la edición 20ª (a mi me falta poco para acabarlo). Y, tan inolvidable como el doblaje es la melodías de Vangelis usadas para la serie.
Cosmos supuso el lanzamiento al estrellato popular y mundial de Sagan. 20 años después de su estreno, aún es recordada. Y la figura de Sagan es recordada y honrada, no solo como científico... es más, no como científico. Si sólo se hubiera dedicado a la planetología y le hubieran concedido un premio Nobel, no sería recordado ni por una centésima parte de personas. Al fin y al cabo ¿cuántos nóbeles de química y física somos capaces de nombrar? Con su serie y sus libros, Carl Sagan electrizó a millones de personas hablándoles del ADN, de galaxias y sabios que vivieron hace miles de años. ¿Cual era el secreto de Sagan? En la televisión, contagiaba emociones. Emoción por la ciencia, por el conocimiento, por el futuro de los humanos, por la imaginación... Sus escritos también, pero además iban acompañados de una prosa simple y a la vez cargada de argumentos.
Parte de las preocupaciones y retos a los que se enfrentó Sagan siguen vigentes, otros no han desaparecido, pero son menos urgentes. Tras la caída del Telón de Acero y la URSS, la amenaza de guerra nuclear total entre las superpotencias no es inminente. La mayoría de científicos siguen encerrados en sus laboratorios y consideran una pérdida de tiempo explicar qué hacen con las subvenciones públicas. Y la sinrazón humana, las creencias irracionales, los charlatanes y el analfabetismo científico siguen tan vivos hoy como cuando nos dejó. En La carga del escepticismo, decía:
«Si la ciencia se explicase a la gente de a pie de una manera accesible y excitante, no habría sitio para la pseudociencia. Pero existe una especie de Ley de Gresham por la que, en la cultura popular, la mala ciencia expulsa a la buena. Y por esto pienso que tenemos que culpar, primero, la comunidad científica por no hacer un mejor trabajo popularizando la ciencia, y segundo, a los medios, que a este respecto son casi por completo inútiles. Todo periódico americano tiene una columna diaria de astrología. ¿Cuántos tienen siquiera una columna semanal de astronomía? Y también pienso que es culpa del sistema educativo. No enseñamos a pensar. Esto es un error muy serio que podría incluso, en un mundo infestado con 60.000 armas nucleares, comprometer el futuro de la humanidad».
Con la llama apagada de Sagan, el mundo se hizo un poco más oscuro. Para evitar que las tinieblas se adueñen de él, hoy es más necesario que nunca que sigamos el camino que abrió. Los medios con los que contamos hoy en día, como Internet y otras tecnologías, facilitan la tarea.