Para un jovencito que en 1991 acababa de comenzar en la astronomía aficionada, las Leónidas eran una leyenda observacional que los viejos del lugar contaban con pasión: el cielo se llenaba de meteoros por todas partes. La última tormenta de esta lluvia de estrellas fugaces había sido en 1966 pero prometía regresar 33 años más tarde. Para ese jovencito, 1999 era una fecha aún muy distante, y además mágica, a las puertas del 2000.
Los años fueron pasando, y no en vano. En 1992 regresó el cometa Swift-Tuttle con la promesa de una tormenta de Perseidas que nunca sucedió. En 1994, el cometa Shoemaker-Levy 9 impactó contra la superficie de Júpiter, generando manchas negras de un tamaño colosal. En 1995, Alan Hale y Thomas Bopp descubrieron el cometa Hale-Bopp, visible con telescopios a la distancia de Saturno. En 1997, el magnífico cometa Hyakutake mostraba una gigantesca cola que recorría el cielo de un extremo a otro. En 1998, el cometa Hale-Bopp era visible a simple vista incluso desde las ciudades más contaminadas.
Y el 17 de noviembre de 1998, esa leyenda se convirtió en realidad. Poco después de la media noche, comenzaron a aparecer estrellas fugaces por el horizonte Este, por donde asomaba la constelación de Leo. Esas primeras estrellas recorrían el cielo de un horizonte a otro, como aviones a reacción. Él espectáculo solo había comenzado. Cuanto Leo ya estaba alto, las estrellas fugaces recorrían todo el cielo. Era imposible contarlas todas, solo daba tiempo a contar las más brillantes. Algunas leónidas dejaban estelas que duraban decenas de minutos, y que los vientos de las altas capas de la atmósfera moldeaban hasta hacerlos desaparecer. Cuando uno se cansaba de mirar hacia el cielo, podía mirar al suelo y seguir percibiendo las estrellas fugaces, por la sombra que proyectaban las leónidas más brillantes.
«No sé si aún estoy soñando, porque no se suele sentir uno durmiéndose en los sueños... Esta noche he visto por doquier estrellas fugaces. Sólo tenía que mirar a cualquier lugar que quisiera y en cuestión de poco menos de un minuto, aparecía una leónida por ahí. [...] Ya comentaré algo cuando se me pase la borrachera de leónidas y duerma un poco. Por ahora, busquen en el diccionario los sinónimos de "increible" y los ponen junto a este informe».
Hace diez años, los ordenadores todavía eran personales, los telescopios no tenían GPS, y solo algunos tenían GOTO. Hablar por móvil en un lugar público era mal visto, Internet había que sufrirla a través de Infovía y Google era un experimento de un par de estudiantes universitarios.
Hace diez años... viví una de las noches más memorables de mi vida como astrónomo aficionado.
El Hyakyutake lo ví en Tenerife, nos pilló por sorpresa sobre el mar al salir de una curva. Nos paramos un poco más adelante a verlo y sacarle fotos. El Anónimo echaba mucho de menos el no tener a mano su telescopio. Pero lo cierto es que se veía genial a simple vista.
Los recuerdos astronómicos son muy bonitos ¡gracias por compartir los tuyos! :-)
Si ya estoy yo "nost'algico" y "rom'antico" en los 'ultimos tiempos, s'olo me faltaba algo como esto para sentir el sentimiento m'as profundo... !C'omo han pasado esos diez an~os! Lo que no has dicho es nada sobre que no hab'ia skypes ni facebooks y los chats iban por IRC... Recuerdo muy bien c'omo te sent'ias en esos momentos, bueno c'omo muchos nos sent'iamos. ?No fue la lluvia que se adelant'o un d'ia a lo esperado? ?La que yo observ'e de madrugada entre el cielo naranja y contaminado de Granada? !Un abrazo! (y vivan los teclados espan~oles).
Pez: Por lo viso en Japón nadie habla por el móvil en los trenes, y similares. Aquí recuerdo que hubo una época, cuando la telefonía móvil comenzó a ser asequible, que se miraba mal a quienes hablaban en la guagua. Ahora quizás menos, porque todo el mundo tiene móvil.
Anónima: Qué casualidad. Al Hyakutake también lo vi en Tenerife en sus fechas de máxima aproximación a la Tierra. ¿Nos habremos cruzado por esas carreteras? :)
Ángel: Colega, ¡nos estamos haciendo viejos! ;) Si, se creía que la lluvia iba a ser en el 99, por aquello de los 33 años de periodo del Tempel-Tuttle.
Muy bonita entrada, Víctor, me siento identificado.
Por cierto, hablar por tlf. en Japón en el metro no es solamente que esté mal visto, es que se considera una falta de educación enorme. Eso sí, navegar por Internet está bien visto.
¡Qué bonitos recuerdos, Victor! Estoy seguro que nunca volveremos a ver nada parecido como lo que vimos la noche de aquel año que tan bien has descrito. Vimos algo que se recordará en los libros de Astronomía durente muchos años, vimos algo único y todos nos sentimos únicos en aquellos momentos, a pesar del frío que hacía, al ver la más impresionante tormenta de meteoros que podamos imaginar.
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