Si son asiduos visitantes de esta bitácora, quizás ya sepan que de vez en cuando ando por las nubes.
Uno de los placeres de vivir en Canarias es disfrutar de las pequeñas nubes que traen los alisios y jugar con ellas buscando formas. Como jirones de algodón antes de ser alcoholizados, estas nubes se amontonan al norte de las islas. Allí se empujan unas a otras como en la entrada del cine. Las cumbres de las islas más altas impiden su paso hacia el sur.
Las nubes canarias están compuestas de agua, como presumiblemente todas en nuestro planeta. Se forman gracias a partículas (a veces simples motas de polvo, a veces simples microbios) que las moléculas de agua usan como centro de reunión, a las que a veces acuden tantas, que finalmente se hacen visibles como nube.
La culpa la tienen las cumbres de las islas altas, como Gran Canaria. Al tener que escalar las montañas, el aire de los Alisios se enfría y se condensa, formando nubes de tipo estratocúmulo. Nube, tras nube, tras nube, la sumatoria termina creando, con la ayuda de una capa de inversión térmica, un mar de nubes, producto tan típico de Canarias como el plátano.
Por supuesto, hay otras nubes, y también estoy en ellas. Pero no son de este mundo.
Los muchachos del Telescopio Espacial Hubble acaban de publicar una fotografía de una gran nube interestelar para celebrar el 13 aniversario de supuesta en órbita.
En cierto momento de 1764, el terrícola Charles Messier, situado a 5500 años luz de esta belleza cósmica, tuvo a bien contemplar el objeto y matricularlo en su cuaderno con el número M-17. Supondremos que en esos momentos el tal Messier disfrutaba de un cielo libre de nimbus y stratos.
Las palabras que utilizó Messier para describir lo que veía mediante su modesto telescopio fueron: «Un tren de luz sin estrellas, de 5 o 6 minutos de extensión, con la forma de un huso, un poco como el del cinturón de Andrómeda pero de una luz muy ténue».
Ni las nubes más gigantescas en la Tierra tienen comparación con las dimensiones de M-17. En la foto sólo estamos viendo un trocito, y aún así, abarca casi 4 años-luz de lado a lado, la distancia que separa al Sistema Solar de la próxima estrella más cercana.
Las nubes como M-17 están compuestas en su mayor parte por hidrógeno. Aunque son muy grandes, la densidad suele ser irrisoria, de incluso una sola partícula por metro cuadrado. Estas nubes suelen ser invisibles, porque apenas están unos grados por encima del cero absoluto. Entonces ¿cómo es que podemos verla? El brillo delata que en la nube hay tiempo de tormenta.
Ciertas partes de una nube interestelar también pueden condensarse. Una pequeña acumulación de motitas de polvo, o de hidrógeno, atraerá por gravedad a más partículas. Cuantas más partículas, más atracción y así sucesivamente... hasta que se tienen millones de toneladas de hidrógeno comprimido a temperaturas fantásticas. Y ¡zas! Se produce el nacimiento de una estrella, en el justo momento del inicio de las reacciones nucleares en su núcleo.
Cuando han crecido un poco y se han deshecho de sus caparazones, la potente energía emitida por las estrellas nacientes ilumina la nube. Verde para el hidrógeno. Azul para el oxígeno. Rojo para el azufre. La energía estelar no sólo hace que se encienda, sino que actúa de potente ventilador, y empuja en todas las direcciones al material circundante. En ocasiones, este empuje favorece la condensación de otras partes de la nube y de esta forma nacen nuevas estrellas.
La Nebulosa Omega, que así se conoce entre los aficionados, es visible a simple vista en la constelación de Sagitario si los cielos son muy oscuros y limpios. Vista a través de telescopio, sólo es posible observar, como hiciera Charles Messier, una nebulosidad no muy extensa, sin color alguno. Al ser un objeto difuso y débil, en nuestros ojos solo se excitan los bastones, y no los conos, responsables de la percepción del color.
Al ser Sagitario una región celeste del Hemisferio Sur, desde latitudes altas es difícil (si no imposible) llegar a distinguirla visualmente debido a la extinción atmosférica. Por supuesto, Canarias es uno de esos sitios en los que se dan las condiciones óptimas para la observación de M-17... Cuando las nubes lo permiten.
Don gustavo, el abuelo de un amigo, coleccionaba fotos de nubes... Tiene miles de ellas, me parecía estupendo ese entusiasmo en tratar de retratar todas esas formas caprichosas. Gracias por el texto.
Hola, estaba navegando por el mundo de la nubes en internet, para exponer un breve tema sobre él en un programa de radio "La Esfer" en Radio Unión, que realizamos un grupo de amigos todos lo martes. Y debo confesar que me basaré en este artículo tuyo para comentarlo en la radio, es bellísimo. No obstante, me atrevo a invitarte, cuando quieras, a nuestro programa. Puedes ponerte en contacto con nosotros en este correo que te mando, o mediante el blogs La Esferacultural.com