El agente secreto más famoso del cine, James Bond, ya tiene su propio asteroide. La Unión Astronómica Internacional decidió darle el nombre de Bond al asteroide (9007), proposición realizada por los astrónomos que lo descubrieron desde el Observatorio Klet de la República Checa.
Hay otros muchas personas cuyo nombre está asignado a un asteroide. Es el caso de cada uno de los Beatles, Enya o Jean Michel Jarre. Pero los nombres de los asteroides no se pueden comprar, alguien tiene que proponerlo al comité de nombres de la Unión Astronómica Internacional, quien dará su visto bueno. Esta organización está reconocida como la única que puede designar nombres a los objetos celestes, aunque se centra sobre todo en los del Sistema Solar.
Si queremos elevar nuestro nombre a los cielos hay pocas formas de hacerlo, porque al contrario de lo que se piensa, la UAI no registra estrellas. La forma más simple es descubrir un cometa como hicieron Alan Hale y Thomas Bopp de forma simultánea. En este caso, nuestro apellido
dará nombre al cometa. Los asteroides también reciben denominaciones de personas vivas, pero el resto de cuerpos del Sistema Solar, como los cráteres de la Luna o accidentes geográficos de Marte, sólo nombran aquellas personalidades (científicas o históricas) con al menos tres años
de visita ininterrumpida en el cementerio.
¿Y no puedo comprar una estrella? Sí, pero también le pueden vender un terrenito en Saturno con vistas a los anillos que tendrá la misma validez. Mejor se gasta el dinero en adquirir meteorito, que es real y se puede tocar, y no mete la pata como el Gobierno de Canarias hace unos cuantos años cuando registró siete estrellas en la constelación de Orión.
Víctor R. Ruiz
Abril 1999