Hace un ratito terminé de ver Atlantia, el programa de divulgación científica conducido por Manuel Toharia, que estrenó TVE-1. El programa fue sobre el origen de la vida dentro y fuera de la Tierra, y mezcló diversos documentales cortos con debates en los que participaron cinco invitados famosos.
He leído diversas críticas, sobre la intervención de los famosos. Sonaba extraña, pero a posteriori el experimento no me ha parecido malo, sino más bien lo contrario. Parto de la premisa que Toharia ha querido suscitar el debate en la mayor parte de los telespectadores, y que su público objetivo no son, por ejemplo, los lectores asiduos de Ciencia 15 (entre los que me encuentro). Partiendo, digo, de esa premisa, me sorprendí de ver a cinco personas totalmente ajenas al mundo de la ciencia reflexionando sobre la importancia, o no, de la existencia de vida en Marte y qué importancia, o no, puede suponer para nosotros. Equivocados, o no, cada cual esgrimió su opinión. Toharia me ha parecido hábil como conductor del debate. Intervino lo menos posible, y siempre para centrar el tema.
Una de las cuestiones que más me llamó la anteción fue el argumento de que se gasta demasiado en investigar si hay bichitos en Marte. Total, ¿qué beneficio podemos obtener? ¿Por qué no dedicar dicho dinero a la investigación contra el cáncer o a dar de comer a hambrientos del tercer mundo? (o del primero, que en EEUU no es que anden faltos). Me resulta curioso, porque es una pregunta fácil de llevar a otros campos: ¿qué beneficio podemos obtener de los teatros? ¿y del cine? ¿y del deporte? En ciencia y tecnología, siempre hay retornos que aumentan nuestra calidad y esperanza de vida pero, ¿podemos decir lo mismo, por ejemplo, de la literatura actual? Sin embargo, nadie en su sano juicio cree que el Estado deba dejar de gastar cultura para invertirlo en la cooperación al desarrollo.